El Renacer del Mal ya está listo. La debugger del libro, Amparo Baca, está dándole al bolígrafo rojo para marcar los posibles bugs y corregirlos antes de enviar la versión final de la primera edición a imprenta.
Escribir esta segunda parte no ha sido fácil para mí. Nada fácil.
He sufrido, de hecho, eso que algunos veteranos llaman “el bloqueo del escritor”. Desde junio a finales de agosto estuve dándole vueltas a lo mismo. Abría el archivo de Word donde llevaba más de doscientas cincuenta páginas y no sabía cómo estructurar la parte final… ¡Tenía que ser épica!
¿Por qué me quedé congelado? Por vosotros.
Recibir tanto cariño en las visitas a los colegios en Sevilla, en Córdoba o en Madrid fue fantástico, pero también me afectó de otra manera que no esperaba: me trasladasteis mensajes tan bonitos que no podía defraudaros con una segunda parte que no estuviera a la altura. Dicho de otra forma, cada vez que escribía una página y la releía, un mensaje se instalaba en mi cabeza: “¿Qué pensará mi lectora X cuando vea este giro en la trama?”.
Encima, el 18 de agosto, mientras estaba en Lanzarote, feliz, tranquilo, en un balcón frente al mar, dispuesto a iniciar el camino hacia la meta… ¡PÁNICO!
Había escrito dos veces el mismo pasaje del libro. Dos veces una escena importante. La primera vez, en mayo, y la segunda unos días antes. ¿Qué estaba ocurriendo? Necesitaba centrarme.
El Renacer del Mal tenía que ser una buena continuación con más emoción, más aprendizaje y más incertidumbre; los malos debían ser más malos y los buenos, reforzarse ante lo que está por venir.
Desde el comienzo tuve claro que en esta parte de la aventura debía verse una evolución con respecto a la primera. Si Mara crece, Hermes crece, la historia crece y vosotros crecéis… ¿Cómo no iba a crecer yo?

¿Cómo salí del bucle?
Una mañana, a principios de septiembre, me encerré a solas con un par de folios en blanco y un lápiz. Estuve tres o cuatro horas en silencio, sin música, sin ruido. Necesitaba visualizar la historia de nuevo y llevarla a buen puerto. Utilicé la parte de mi cerebro más cinematográfica, esa que te hace sentir, oler, emocionarte, sufrir… Escribí las líneas argumentales de El Renacer el Mal a un lado, y los hitos que debían definir el final al otro. En medio, el abismo.
Entonces todo comenzó a fluir. Cada personaje fue dando un paso al frente y contándome cómo se sentía a esas alturas de la trama. Eso me señalaba su lugar en el puzzle. Fueron surgiendo nuevos giros, viajes, movimientos, escenas de acción… Y un lector virtual que, de reojo, me iba dando su aprobación.
¡Ya tenía el 25% restante del libro! El final estaba claro y solo faltaba ponerse a escribir unos cien folios más. Cuando sonó en mi cabeza el “¡corten!”, no tardé ni diez minutos en irme a la copistería a sacar el primer manuscrito.
Lo volví a leer y reconozco que disfruté cada página.
Cuando le pasé el borrador a Amparo estaba más o menos convencido de cada elemento de la trama. Todo encajaba tal y como debía encajar. ¡A ella le gustó mucho! Posteriormente lo leyeron en la editorial y la opinión también fue estupenda.
Así que ahora estamos ya dando los retoques finales, eliminando erratas, mejorando ciertas expresiones, erradicando las redundancias y contrastando datos y definiciones.
Si todo va bien, la última semana de noviembre estará disponible el libro. A punto para Black Friday y para que pueda hacer una propuesta interesante a mis lectores.
Espero no defraudaros.
0 comentarios