Sueño con ser un buen escritor algún día, por eso me gusta inspirarme en aquellos a quienes tengo bajo tal consideración. Cuando Mara Turing no era más que una trama borrosa, sin matices y con personajes desdibujados, me aventuré a preguntar a algunas personas sobre estructura, proceso creativo, inspiración, etcétera.
Ha habido muchas por el camino recorrido hasta ahora —he terminado el primer borrador y estoy en fase de reescritura y corrección de algunos capítulos— pero destacaría a dos: Juan Gómez-Jurado y Freddy C. Schwaneberg. El primero constituye para mí ese ejemplo “cercano” (¡nos seguimos en Twitter!) en el que (crees que) puedes mirarte.
Recuerdo que una tarde le pedí algún consejo para iniciarme en esto de contar historias. “Léete ‘Mientras Escribo’ de Stephen King”, me dijo a través de un mensaje directo en Twitter. En menos de dos minutos ya tenía la versión inglesa (‘On writing’) en el Kindle. Lo devoré con muchas ganas. Podría decirse que es una biografía útil donde el genio del misterio y el terror tiene la enorme deferencia de contarte los puntos importantes de la génesis literaria —tal y como él la entiende— mientras adereza el mensaje con los detalles no tan conocidos sobre la vida que le ha llevado a escribir como escribe.
La disciplina, el lugar en el que escribir, la importancia (o no) de la trama… King desgrana en el libro muchos aspectos relevantes. Es su visión, y muchos no estarán de acuerdo con su metodología: deja que fluya la historia. No es partidario de las estructuras mucho más allá de un breve esqueleto. Pero no todos tenemos el cerebro amueblado ni entrenado para crear Carrie, It, Misery y tantas otras obras maestras.
Por eso, cuando acabé de distribuir el borrador inicial en mi entorno, busqué a alguien que supiera mucho de estructura. En realidad no tardé demasiado en saber quién era la persona perfecta. Un año antes, durante una cena, me había ofrecido su ayuda con el tono que emplea siempre. “Mándame el borrador cuando lo tengas. Me lo paso ‘teta’ haciendo eso [corregir y ayudar], de verdad, para mí no es trabajo; únicamente puede pasar que tarde en responder porque estoy muy liado”, me dijo Freddy C. Schwaneberg cuando le esbocé la idea inicial de mi novela.
Freddy es una persona a la que admiro por muchos motivos. Primero por su inteligencia. Es un tío MUY listo. Después, por su sencillez y su accesibilidad, ambas cosas necesarias para dedicarme varias horas vía Skype desgranando la estructura de mi libro, sometiéndola a fatiga, explicándome la importancia de la disciplina en ciertas fases del proceso creativo (sobre todo cuando no eres Stephen King) y mucho más.
Y, finalmente, por sus enormes conocimientos. Freddy sabe mucho de contar historias. Millones de peques que se han enganchado en el mundo a Sendokai, Mutant Busters (y otras cosas que no sé si puedo contar), pueden dar fe de ello.
“¿Cuál es tu objetivo con este libro?” fue su primera pregunta. Poco después quiso saber si yo estaba dispuesto a aceptar la crítica constructiva para mejorar el primer borrador que él había leído. “¡Por supuesto!”, le dije sin dudar un segundo. Me dijo cuáles eran, en su opinión, los puntos fuertes y débiles, tanto en el plano storytelling, como de estructura o personajes.
En medio, Alex Guerra, Migue J. Jiménez o Alma Alanís me han ayudado también con sus comentarios. Los dos primeros han sido cuidadosos a la hora de transmitirme sus dudas técnicas o posibles incongruencias. Claro, que ellos no saben que Mara Turing no es un personaje. Existe en la realidad y todo lo que ocurre en el libro es un trasunto de la vida que lleva en nuestro mundo un grupo de hackers y los ‘malos’ contra los que luchan.
Mención especial a Amparo Baca, que se ha leído el libro entero dos veces, lápiz en mano, y ha sido implacable. ¡Qué capacidad para encontrar detalles y sugerir cambios! Pulir un libro puede ser una tarea extenuante e infinita. Suerte que estuve trabajando 12 años en un periódico y aprendí a salir de la Redacción cada noche sabiendo que el producto del día siguiente tendría erratas y que ellas también tenían derecho a la vida…